#SinCicatrices: La violencia en la infancia

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que mil millones de niños sufrieron en el mundo violencia física, sexual o psicológica en el año 2015. Pero, probablemente, a esta cifra le falten números, los de todos los niños y adolescentes que sufren violencia sin que lo sepamos. O sin que lo queramos ver disfrazándola de cosas de niños, de exageraciones, de disciplina. Una violencia que en muchas ocasiones está totalmente normalizada y que es labor de todos, incluidos gobiernos e instituciones, erradicar y prevenir para hacer del nuestro un mundo mejor. Un mundo #SinCicatrices.

Por Diana Oliver y Adrián Cordellat

La violencia en la infancia

La violencia ejercida sobre la infancia no se limita al maltrato físico o a los abusos sino que va mucho más allá. Según explica a Madresfera Catalina Perazzo, analista jurídico de Derecho de Infancia de Save The Children, se considera violencia a “cualquier daño físico, mental o emocional que impida el desarrollo normal del niño y su bienestar físico y psicológico”. Y en este abanico, caben muchos contextos, formas de maltrato y, por ende, víctimas. Lo sabe bien Ángela Montes, psicóloga especializada en Servicios Sociales y directora del Centro de Psicología Adiuva,  que ha visto como “en el contexto de la familia o con las figuras de apego de niños y niñas, los menores pueden sufrir violencia física, psicológica, abuso sexual, negligencia (hacia sus necesidades físicas psicológicas, de seguridad o formativas), corrupción, mendicidad, explotación laboral o sexual”. Formas de violencia que, según apunta la psicóloga, también podemos encontrar “en el ámbito escolar, en las actividades extracurriculares o a través de las redes sociales o las aplicaciones móviles”.

La lista del horror no acaba ahí. Nos recuerda Ángela que también existe un tipo de violencia específicamente dirigida hacia las niñas, incluida en la llamada violencia de género, que tiene que ver con “la mutilación genital y los matrimonios forzados”. Anualmente, más de 100 millones de niñas en el mundo sufren la mutilación de sus genitales. Y alrededor de 70 millones se han casado antes de cumplir los 18. “Asimismo, recientemente, se ha incluido a niñas y niños como víctimas también de la violencia de género que sufren sus madres, sean testigos directos o no de esta violencia”.

A María del Carmen Hernández, psicóloga especializada en la Atención a Menores con Medidas de Protección y directora de CEPSIAL, no le gusta hablar de “formas de violencia”, sino que prefiere analizarlo “desde la perspectiva del buen trato”. Para ella, la infancia más allá del contexto familiar (en forma de mal trato físico y psicológico, negligencia, abuso sexual), es víctima de malos tratos desde otros tres ámbitos: “los sistemas de protección infantil (a través de intervenciones tardías, inadecuadas, a veces debido a la escasez de recursos), el sistema judicial (tratamiento de los menores en procedimientos judiciales) y los contextos terapéuticos (en general, no se cuenta con los recursos para ayudar a reparar los daños de niños y niñas dañados)”. Opina Hernández que todas estas formas de mal trato nos conducen a una pregunta: “¿Realmente se perciben, reconocen y atienden las necesidades del menor en cada caso?”.

violencia en la infancia

Normalizar la violencia infantil

Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que mil millones de niños sufrieron en el mundo violencia física, sexual o psicológica en el año 2015, no podemos pasar por alto que probablemente son muchos más los niños y adolescentes que sufren violencia sin que lo sepamos. Menores que son víctimas de una violencia normalizada, invisibilizada o silenciada.

“En muchas ocasiones dejamos pasar situaciones que son parte de maltrato infantil, porque no las identificamos como violencia, porque entendemos que no son habituales, sino más bien puntuales, o porque quizás tenemos la costumbre de mirar para otro lado con aquellas situaciones que son “problemas privados” de una familia en concreto”, explica Ángela Montes, quien insiste en que “falta mucha información, formación y sensibilización” con respecto al mal trato en la infancia.

¿Somos conscientes de la magnitud del problema de la violencia en la infancia? Para María del Carmen Hernández claramente no lo somos. “En la experiencia clínica, incluso cuando las familias saben de entrada que existe un daño (familias acogedoras, padres adoptivos), la tendencia es a minimizar el maltrato, incluso a negarlo, apoyándose en una falsa idea de normalidad. En general, los adultos tenemos la fantasía de que los niños van a crecer por sí solos de manera sana sin tener en cuenta el escenario en que se desarrollan. Metafóricamente sería como si esperáramos que un bizcocho creciera sin calor, solo por el hecho de que su masa incluya los ingredientes necesarios”.

La tendencia es a minimizar el maltrato, incluso a negarlo, apoyándose en una falsa idea de normalidad.

De esa falsa idea de “normalidad” a la que aluden ambas psicólogas, habla también la analista de Save The Children, Catalina Perazzo, y señala que la mayoría de casos de violencia infantil se dan dentro de la familia o del entorno más inmediato del niño por lo que la violencia queda la mayoría de las veces encubierta como “disciplina” o como “cosas de niños”, en el caso del acoso, algo que no solo dificulta la detección de la violencia sino que “la normaliza y no se reconoce al niño como víctima”. Incluso, son los propios niños víctimas de la violencia los que la “normalizan” y “no se reconocen como víctimas”. No se lo ponemos fácil: “La violencia resulta paralizante y para los niños es muy difícil comunicar la situación en la que se encuentran. Además, la soledad del niño que es víctima del maltrato se intensifica por la ausencia de mecanismos de denuncia accesibles. Esto, unido a la falta de acción preventiva, hace que únicamente se actúe al tener certeza total, lo que muchas veces conlleva someter al niño a un arduo proceso probatorio”.

Cuando la violencia se esconde en casa

Todas las organizaciones que luchan por los derechos de los niños reconocen que en base a las investigaciones realizadas, el hogar es el espacio en el que un mayor número de niños sufren violencia en el mundo. Y esto, teniendo en cuenta que las denuncias solo dan cuenta parcial de la magnitud del maltrato hacia la infancia. Tal como documentaba en 2009 uno de los artículos publicado en la revista ‘Desafíos’ de UNICEF, “en muchos lugares del mundo no hay sistemas de registro confiables de las denuncias existentes, a pesar de lo cual, las estimaciones realizadas muestran que todos los años 275 millones de niños y niñas en el mundo son víctimas de violencia dentro de sus hogares”. La familia, que debería ser considerada como un grupo de protección y seguridad para los niños y adolescentes, se convierte en muchos casos en “un espacio peligroso”.

Para Catalina Perazzo la gravedad de esa violencia que se produce de “puertas para adentro” reside en que esos malos tratos se encubren como “disciplina”. Sin embargo, y en palabras de la analista de la ONG, esa disciplina provoca que“muchos menores de edad sufran daños físicos o emocionales de manera crónica, ya que en la intimidad del hogar dificulta la detección de la violencia”. En España, según los datos arrojados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y UNICEF en InfanciaEnDatos.es, en el año 2015, 3.563 niñas y 1.684 niños fueron víctimas de violencia familiar.

¿Cómo actuar? La psicóloga María del Carmen Hernández explica a Madresfera que “cuando la violencia se da en el hogar, los primeros que tienen que actuar son los adultos cercanos a través del establecimiento de una denuncia, tras la cual se establecerán unas medidas cautelares hasta que se estudie el caso y se pueda establecer la veracidad de los hechos”. Lo recomendable, desde el punto de vista de Hernández, “es que se pueda establecer una orden de alejamiento para que la posible situación de violencia cese inmediatamente”.

violencia familiar

Las consecuencias de la violencia

La violencia, en todos sus tipos y contextos, no es inocua y tiene graves efectos a todos los niveles tanto a corto como a largo plazo. Las consecuencias variarán, según Ángela Montes, en función de numerosos factores como son “la edad a la que se ha sido víctima de la violencia, la frecuencia, la duración e intensidad del maltrato, el tipo de violencia de que se trate, la relación entre el menor víctima y la persona que ejerce la violencia o la presencia de apego seguro con otras personas, entre otros”. Sin embargo, la psicóloga de Adiuva, observa que a nivel general es habitual encontrar en todas las víctimas secuelas como “baja autoestima, desajustes emocionales, depresión, ansiedad, estrés postraumático, dificultades relacionales o sociales, dificultades cognitivas, de aprendizaje o del lenguaje, impulsividad, problemas de conducta, agresividad, inseguridad o problemas de sueño y alimentación”.

Añade María del Carmen Hernández, psicóloga especializada en la Atención a Menores con Medidas de Protección, que los niños que han sufrido algún tipo de maltrato “tienen un riesgo mayor de presentar retraso en todos los niveles de desarrollo, trastornos de la socialización y en los procesos resilientes, traumas y trastornos de apego”. Hernández insiste en que no podemos olvidar que “nos relacionamos con el mundo en función de cómo hemos aprendido a apegarnos, y esto generará dificultades en todas la áreas en las que el vínculo se active: pareja, relaciones de amistad, familiares, maestros y otros adultos significativos para los niños”.

Además de los anteriores, Catalina Perazzo cree que la exposición a la violencia en la infancia está asociada a factores y comportamientos de riesgo en la edad adulta “como el tabaquismo, el alcoholismo u otros tipos de adicciones, la obesidad o un comportamiento sexual de alto riesgo” así como al aumento de posibilidades de repetir los patrones violentos que esos niños han observado durante la etapa infantil.

Por último, además del impacto humano, no podemos olvidar el impacto social y económico, ya que el resultado de los malos tratos infantiles es la perpetuación de una sociedad más violenta e insegura, lo que repercute directamente no solo en la calidad humana sino también en los costes sanitarios, de los servicios sociales y de los organismos de Justicia y protección.

Poner fin a la violencia

Tener menos de 4 años o ser adolescente, no ser deseado o no cumplir las expectativas de los padres son factores de riesgo que incrementan la posibilidad de maltrato infantil. Esto si hablamos de menores. En el caso de los adultos, ya sean los propios padres y personas del entorno así como otros agentes que participen en la vida de los menores maltratados, presentar dificultades para establecer vínculos afectivos, padecer problemas físicos, mentales o de desarrollo, haber sufrido maltrato infantil o atravesar dificultades económica pueden considerarse factores de riesgo para ejercer alguno de los tipos de violencia infantil.

Según Perazzo, “los menores de edad son, en muchas ocasiones, víctimas de delitos más graves y más violentos que los adultos, aquellos que producen mayor daño psíquico y físico, y que deben exigir una actuación preferente por parte de las administraciones para su prevención y erradicación”. En este sentido, el artículo 19 de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) de Naciones Unidas de 1989, ya obligaba a sus miembros a adoptar “todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de sus padres, de un tutor o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo”. En 2006, el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas añadía la necesidad de prohibición por parte de los gobiernos de “toda forma de castigo físico y trato degradante contra los niños”.

Los menores de edad son, en muchas ocasiones, víctimas de delitos más graves y más violentos que los adultos, aquellos que producen mayor daño psíquico y físico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también publicaba el año pasado un conjunto de siete estrategias que bajo el nombre de INSPIRE  pretendía junto a instituciones y gobiernos abrir el camino de erradicación del maltrato infantil. Dichas medidas se centrarían en la aplicación y vigilancia del cumplimiento de las leyes, el establecimiento de normas y valores, la creación de entornos seguros, ofrecer el apoyo a los padres y a los cuidadores, asegurar ingresos y fortalecimiento económico, la creación de servicios de respuesta y apoyo y asegurar la educación y aptitudes para la vida.

Desde Save The Children ven fundamental para la vida de los niños que puedan “crecer en un hogar sin violencia, cargado de amor y respeto”. Valoran desde la ONG el ejercicio de la “parentalidad positiva” basada en los principios de atención, orientación, reconocimiento, potenciación y educación sin violencia. “Ejercer la parentalidad positiva significa mantener una relación basada en el buen trato, en el respeto de los derechos de los niños y en una educación libre de castigos. Pero los padres y las madres necesitan apoyos para desarrollar las responsabilidades con sus hijos, para cuidarles con respeto y para darles todo el amor que necesitan”.

Para que esa parentalidad positiva sea una realidad, Ángela Montes considera necesario que se desarrollen programas de promoción al respecto, “que apoyen y formen a madres y padres que basen su crianza y educación en el buen trato”. Junto a esos programas, la psicóloga también considera fundamental la prevención del maltrato infantil a través de un enfoque multisectorial “que implique a todos los sectores de la sociedad, con campañas de sensibilización, formación y detección de la violencia infantil en todas sus manifestaciones”. En definitiva, que las administraciones públicas adopten las medidas legislativas, administrativas, políticas y financieras adecuadas, que todas esas medidas sean coherentes entre sí, y que nosotros como sociedad nos impliquemos porque, sin duda, “el bienestar infantil es responsabilidad de todos”.

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Autor entrada: Diana Oliver

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