#PelisEnFamilia: Red de Disney y Pixar y la llegada a la pubertad

(Este post contiene SPOILERS, ojito)

No falla. El debate posterior a un estreno de Disney y Pixar es inevitable. Y es bueno, por qué no decirlo.

Es bueno saber que puede gustar o no. Y es bueno leer otras opiniones diferentes a la tuya. Aunque a veces, lees cosas que te hacen girar los ojos dentro de sus órbitas.  Porque en el caso de Turning Red, o Red como la conocemos en España (que ya podían haberlo dejado tal cual, ¿no?) las críticas son una clara señal de que nos queda mucho por cambiar.

¿Y por qué? ¿Qué delito ha cometido esta nueva peli de animación dirigida por la animadora, directora y guionista gráfica china-canadiense Domee Shi?

El argumento según sus propios productores es el siguiente: “En “Red”, de Disney y Pixar, se presenta a Mei Lee, una niña de 13 años segura de sí misma que se debate entre ser la hija obediente de su madre y el caos de la adolescencia. Su protectora, aunque un poco prepotente madre, Ming, nunca se separa de su hija, una desafortunada realidad para la adolescente. Y por si los cambios en sus intereses, relaciones y cuerpo no fueran suficientes, cada vez que se emociona demasiado (que es prácticamente SIEMPRE), ¡se “convierte” en un panda rojo gigante!”. 

Así que tenemos en principio una adolescente en plena lucha interior (hola, adolescencia) para ser capaz de cumplir con las expectativas de su madre y disfrutar junto a su grupo de amigas de sus aficiones y planes, en los que entran ser fans de una boy band y pasar tiempo juntas (bastante normal, vaya). Nos encontramos la tradicional ambivalencia y crisis personal que se produce cuando llegamos a esa edad en la que queremos descubrir quiénes somos, identificarnos como nosotros mismos con el riesgo que eso supone de equivocarnos, de defraudar, de no gustar, de fallar, pero también de convertirnos en algo diferente. Lo que llamamos crecer.

El conflicto de Mei Mei, que podría ser el de cualquier adolescente, se ve “acentuado” por una curiosa tradición familiar que acompaña a las mujeres de su estirpe y que está directamente relacionado con el despertar de sus emociones y su lado más salvaje, el de convertirse en un animal enorme, peludo y rojo ante peligros o emociones muy intensas. Así que Mei Mei tiene que aprender a lidiar con ese lado más “animal”, compaginarlo con su vida escolar y todo eso conjugarlo con su relación familiar y especialmente con su madre, que es la que más la presiona.

Se ha criticado mucho (por parte de señores, sobre todo) que esta película no conecta con ellos y que no pueden empatizar con una niña de 13 años. Bueno, es su opinión, está claro. Pero creo que las emociones de niñas adolescentes que viven la pubertad, sus primeros “flipamientos” por chicos, que se sienten desafiantes frente a sus padres o familia y que están en el camino de descubrir quiénes son de verdad, son bastante universales como para poder encontrar ahí algo en lo que empatizar. De hecho, a mí pensando ahora mismo en la trama me ha recordado, por lo de los pelos, la adolescencia y tal, a la mítica Teen Wolf con Michael J. Fox, solo que en ese caso era un muchacho. Y no tenía la regla. Vaya. Ahí mucho mejor, ¿no?

Sobre la menstruación. La que se ha liado con este tema, ¿no? ¿No llevamos siglos viviendo con ella como para que sea noticia que una película la mencione y sea una pequeña parte de la trama (muy pequeña, por cierto)? Pues no debería ser nada noticioso. Pero como somos así de obtusos y se ha considerado un tema tabú, sucio y del cual solo se hablaba entre mujeres en un cuarto de baño, pues claro, ahora nos lo encontramos mencionado en una peli de animación y nos volvemos locos.  Y claro que está genial que se mencione y se hable claramente de ella, pero es que ¿por qué hemos aceptado que sea de otra manera? ¿Por qué vemos más normal aceptar las emociones de un coche de carreras al que le cambian el aceite que las de una niña de 13 años al ver su cuerpo transformarse?

 

Total, que la menstruación es solo una más de las manifestaciones de la madurez del cuerpo de Mei Mei. UNA MÁS. Y está genial que se hable de ella, pues claro. Y también que viene acompañada por un montón de “complicaciones” naturales y que hay que saber gestionar. Como el desafío a su propia madre, el sentimiento de pertenencia con su grupo de amigas, los sentimientos amorosos y sexuales que comienzan a manifestarse y se plasman en su cuaderno de dibujos y sobre todo, para mí, la intensidad arrolladora de sus emociones. Ira, miedo, vergüenza, alegría, tristeza sentidas al mil por mil y que descontroladas son capaces de destrozar una casa por completo y casi una ciudad a su paso (en forma de panda rojo gigante y muy achuchable, por cierto). Esa imagen es para mí la magia real de este Turning Red y su mensaje más potente y poderoso. Aunque no el único.

También encontramos la importancia de la amistad, especialmente en una etapa en la que quieres identificarte especialmente con ese grupo, fuera de tu casa y tus padres. Encontramos diversidad a tope, de procedencias, de culturas, de identidades, de cuerpos diferentes, de géneros diversos y no marcados, de situaciones cada vez más normales (como esos parches para personas con diabetes que lucen algunos personajes en la cinta), y de un instituto en definitiva más cercano a la realidad que podemos encontrarnos hoy en día (aunque la peli se sitúa en los años 2000 y parece que no, pero ya han pasado más de 20 añazos).

Además, otro de los puntos importantes de esta película, y que ya hemos visto en otras ocasiones abordado en Disney y Pixar es la relación maternofilial. Aquí de nuevo nos encontramos con una madre muy controladora, estricta y que quizás cumpla con ese estereotipo de madre asiática, la conocida como madre tigre que conocimos hace años de la mano de la escritora Amy Chu y que se caracteriza por la disciplina y la exigencia como demostración máxima del amor a la familia, los hijos y la tradición. Esto se ve además no solo reflejado en la madre de la protagonista sino en todas las mujeres de la familia, la abuela y las tías de Mei Mei. Y ahí es donde esta película nos plantea otro reto interesante: ver a la madre como una mujer con sus propias luchas interiores y sus conflictos inherentes, y no como un ente monolítico y estereotipado que en muchas ocasiones nos encontramos. A mí me planteó mis dudas cómo se reflejaba esta dualidad emocional, aunque también es verdad que nos habla de una familia asiática, china en este caso, y canadiense, y claro, hay ciertos matices culturales ante los cuales somos meras espectadoras, de igual manera que ante una familia mexicana en Coco o colombiana en Encanto. Apartando los factores propios de cada cultura y tradición, sí me atrevo a destacar la AVENTURA que supone descubrir una relación entre madre e hija que con la pubertad también se transforma, también evoluciona y también nos obliga a las madres a revisar nuestra manera de educar y de ver a nuestras criaturas. Ya no son los bebés que nos miraban arrobados, ya no nos siguen sin protestar y comienzan a tomar sus propias decisiones, con lo que eso supone. Y eso a nosotras también nos altera y nos descoloca, y hasta saca el panda guardadico que llevamos dentro (ojito al panda estilo kaiju con ese tupé señorial que nos depara el final de la peli). Ser adolescente es complicado pero ser madre de una no es tarea más sencilla, por mucho que lleves ya vivido. Y también tiene su sitio en este relato. Y también me parece muy interesante pensar sobre ello y cómo establecer relaciones sanas y positivas con nuestras hijas e hijos con la llegada de tantos cambios y tan profundos.

En conclusión y para no dar más la chapa: me ha gustado mucho esta obra, me ha parecido una oportunidad genial de hablar con nuestras hijas e hijos sobre sus propios procesos vitales pero también de reflexionar sobre nuestras maternidades cuando llegan etapas críticas en las que el reto y el desafío son el menú principal desde el desayuno.

La película es divertida, con momentos muy divertidos, preciosa visualmente, muy japonesa en un montón de guiños, y con una banda sonora muy pegadiza en la que ha participado Billie Eilish. No es Encanto o Vaiana con esas bso de Lin Manuel Miranda, que para mí es el rey, pero oye, tiene que haber de todo, ¿no? 😀

Ah, y por favor, padres del mundo, la regla hay que conocerla, entenderla y hablar sobre ella. Que no sea solo una cosa de madres e hijas. Vosotros también estáis ahí, sois parte de sus vidas y podéis ayudarlas a vivirlo de una manera más normalizada si no os escondéis en la cocina cuando llega.

Tenemos un podcast reciente sobre la menstruación que si os interesa os dejo por aquí para ilustrar este tema, junto a Idoia Iribertegui y su libro Regla Nº1

Ahhhhhhhhh y otra cosa, a propósito de la menstruación. Justo esta semana me ha llegado una nota de prensa sobre una nueva app para controlar tu regla que se llama Cicla. Lo más significativo, a mi parecer, es que esta app para hacer el seguimiento de tu período es gratuita (el negocio de las “apps menstruales” me fascina, para mal), no vende tus datos y tiene un diseño y contenido muy sencillo y accesible. Y me parece genial que exista. Hala, recomendación hecha.

¡Gracias por leernos!


Si tienes post sobre Red, inclúyelos en los comentarios y los incluimos en el post. 

 

 

Autor entrada: Mónica

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