Padresfera: El entrenamiento by Objetivo pero parcial

Todas y todos recordaréis cuando gané el Masters de Australia de Tenis.
Las semanas anteriores fueron muy duras porque tuve que adaptar el entrenamiento a las condiciones que me esperaban en las antípodas. Ya sabéis que la pista dura no es mi superficie favorita, que las tandas con calor son agotadoras y que el cambio de horario es matador. Ciertamente hubiera sido más cómodo entrenar jugando a la petanca en un polideportivo de A Coruña, pero el esfuerzo obtuvo su recompensa cuando logré derrotar al nº1
del mundo en la final.
Más tarde, como miembro de los grupos de operaciones especiales del ejército, me encargaron instaurar la paz en Afganistán. Estuve preparándome durante semanas para adaptarme a las duras condiciones de aquel territorio y poder enfrentarme a los talibanes de tú a tú: soporté calor y frío extremo, mal dormí en incómodas esterillas dentro de exigüas tiendas de campaña y fui sometido
a infames pruebas de estrés, como ser despertado a cañonazos a las tres de la madrugada. Comprenderéis que era un entrenamiento necesario, porque de buenas a primeras uno no está acostumbrado a rendir bajo amenaza de muerte constante.
Duro, sí, pero controlado e imprescindible para llevar a cabo la misión que, como sabéis, desempeñé con éxito, reinstaurando la democracia y la paz en la zona.
También recuerdo cuando me saqué el carné de conducir vehículos especiales, para transportar uranio en trailers por las peligrosas carreteras de los Cárpatos. Hubiera preferido hacer las prácticas en los coches de choque de las fiestas de mi pueblo, pero no fue así, una buena preparación requiere recrear en un entorno controlado las condiciones que te vas a encontrar luego.
¿Y por qué os cuento todo esto? Pues porque creo que hay una parte en la educación de los hijos que es como mis entrenamientos, en los que hay que simular las condiciones de la realidad en un entorno seguro, con fuego simulado, para que luego las cosas no les pillen de nuevas y se frustren.
Lógicamente, a contextos distintos, entrenamientos distintos. A mis hijos les insisto mucho en que hay que recoger la habitación porque si no se va a quedar todo hecho una mierda. En cambio, si me apellidase Hilton les enseñaría a exigírselo con determinación y respeto al personal de servicio.
Les digo que miren a los dos lados al cruzar por si vienen coches. Pero si viviéramos en una tribu en la sabana, les diría que mirasen a los lados, hacia delante, hacia detrás y hacia arriba por si vienen leones o leopardos (nunca se sabe).
No me planteo si es justo o injusto que la habitación no se recoja sola, o que algunos coches se salten los pasos de cebra. Simplemente trato de crear hábitos les hagan la vida mejor. Y me preocupa menos que se me vaya un poco el tono de voz durante un entrenamiento, que tener que sacarles de debajo de una furgoneta de reparto.
En cambio, paseando por estos mundos de la blogosfera maternal y la crianza, de vez en cuando me encuentro con corrientes, manuales, artículos o post, sobre educación que dicen cosas muy inteligentes y que comparto en su mayoría, pero que fallan en el contexto. Parecen fantásticos entrenamientos para un torneo distinto del que se va a jugar, para otra guerra, para otra vida.
No sé si me explico. Las cosas no siempre tienen una razón de ser ni un porqué. Y hay que saberlo y estar preparado para afrontarlo. A veces hay que obedecer a un jefe o a un cliente sin más. Y es así, no pasa nada, no hay que frustrarse.
Por ejemplo, cuando mi hijo me cuenta que en el cole le han reñido
injustamente yo me lo creo (soy su padre, qué le voy a hacer) y sufro por él. Y cuando estoy a punto de salir disparado a ponerle los puntos sobre las ies a su profe, me paro y pienso: pues mira, a lo mejor es cierto y le castigaron por culpa de su compañero… pero de vez en cuando estas cosas pasan, no está mal que lo sepa.
No quiero decir que haya que reproducir en casa un ambiente de crueldad e injusticia. Ni muchísimo menos (el que me haya entendido así y desee comentar con vehemencia, que relea el post más calmadamente). Sólo digo que una parte de la educación es preparación para la vida y ésta es cómo es.
La vida te castiga: te castiga el cuchillo jamonero con el que estás jugando cuando no deberías o te castigan los virus por no haberte puesto la chaqueta.
Los errores mejor cometerlos en el entrenamiento que en el partido. Es lo que pienso a veces. Pero no me hagáis caso, yo no sé mucho de esto, sólo son pensamientos en voz alta.
En esa misma línea parece ir este interesante post de Kari Kubiszyn Kampakis en el Huffington Post. Al contrario que ella yo nunca le he consultado esto a ningún cura, y además su post es demasiado extenso como para estar de acuerdo en todo, pero el fondo de la cuestión es la misma que yo quiero expresar y os lo recomiendo porque ella lo explica mucho mejor que yo.
Ata Arróspide, Objetivo pero parcial
Dtr. Creativo de Noñoño

Autor entrada: Mónica

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