Marta Guillán: “Si todos nos cuidásemos más, disminuiría la población en riesgo de sufrir un ictus”

El próximo 29 de octubre se celebra el Día Mundial del Ictus, una enfermedad cerebrovascular convertida en la primera causa de muerte entre las mujeres en nuestro país (la segunda en el caso de los hombres) y en la primera causa de discapacidad en la edad adulta. Pese a ello, aún no tenemos conciencia del riesgo que determinados hábitos tienen en la incidencia de esta enfermedad y desde la autoridades sanitarias tampoco se ha hecho el esfuerzo informativo que sí se ha realizado con otros problemas de salud. En Saludesfera hemos querido poner nuestro grano de arena en esa toma de conciencia a través de esta entrevista con la doctora Marta Guillán Rodríguez, neuróloga y coordinadora de una de las unidades de Ictus más avanzadas de España, la del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles (Madrid). 

Por Adrián Cordellat

La celebración del Día Mundial del Ictus tiene como propósito mejorar la prevención de una patología que representa la tercera causa de muerte en el mundo occidental. Siendo tan alto su nivel de incidencia, ¿cree que socialmente estamos concienciados de su gravedad y de sus repercusiones?

No, todavía no. O al menos no lo suficiente si tenemos en cuenta que no sólo es la primera causa de muerte entre las mujeres en nuestro país, sino también la primera causa de discapacidad en la edad adulta y la segunda causa de demencia. Pero hemos mejorado mucho. Campañas como las del Día del Ictus, el trabajo de las sociedades científicas y de asociaciones de pacientes como Freno al Ictus, que desarrollan acciones de concienciación desde hace años son fundamentales. Los pacientes que sobreviven sufren secuelas importantes que limitan su vida diaria. Aunque existan tratamientos eficaces no siempre están disponibles ni se llega a tiempo de actuar, por esto la prevención es la clave. Si socialmente estuviésemos concienciados, se dedicarían más recursos. Y si todos nos cuidaríamos más, disminuiría la población en riesgo.

Supongo que con el envejecimiento de la población, y teniendo en cuenta que la edad es un factor determinante, las cifras no dejarán de subir..

Efectivamente. El aumento de la esperanza de vida trae consigo la preocupación de que este aumento sea en base a “años de vida saludables” y para esto necesitaremos prevenir la enfermedad cerebrovascular aún con más fuerza. La incidencia de ictus se incrementa de forma paulatina con cada década de vida desde los 55 años, ocurriendo en más de la mitad de los casos en mayores de 75 años. La OMS prevé un incremento del 27% en la incidencia de ictus entre los años 2000 y 2025. Esto unido a la disminución en la mortalidad por ictus, gracias a la mejora en la asistencia sanitaria, plantea un importante problema socio-económico en el futuro al incrementarse la prevalencia y la discapacidad asociada al ictus. Se calcula que actualmente un 4% de la población mayor de 65 años vive con las secuelas de un ictus.

“Si socialmente estuviésemos concienciados se dedicarían más recursos al ictus. Y si todos nos cuidaríamos más, disminuiría la población en riesgo de sufrirlo”

Hablamos de una enfermedad que por un lado es en cierto modo prevenible, ya que hay factores y patrones que se pueden modificar para evitar la aparición del ictus. ¿Por dónde pasa esa prevención?

Existen factores de riesgo de ictus modificables y claramente establecidos que debemos conocer y sobre los que podemos actuar. En las personas mayores de 60 años destacan la hipertensión arterial, las cifras elevadas de colesterol y triglicéridos, la hiperglucemia, la cardiopatía y arritmias como la fibrilación auricular. Por ello, se recomienda controles periódicos en la población sana para detectar estas enfermedades. Todas ellas precisan un tratamiento y seguimiento. Por ejemplo, con un buen control de la tensión arterial se consigue reducir el riesgo de padecer un ictus hasta en un 40%.

Un factor que no se puede controlar, como decíamos, es la edad. Sin embargo, cada vez se dan más casos en personas jóvenes o relativamente jóvenes. ¿Falta información y conciencia en materia de prevención? ¿Qué medidas consideraría importantes en ese sentido?

En las personas menores de 60 años los principales factores que provocan el ictus son la obesidad, el sedentarismo, el consumo perjudicial de alcohol y drogas y el tabaquismo, que continúa siendo un factor de riesgo principal en todas las edades. Una dieta saludable, equilibrada, rica en frutas y verduras reduce el riesgo de enfermedad cerebrovascular, ayuda al control del peso y a regular el resto de factores. La inactividad física y posiblemente el estrés son de gran importancia en toda la población. Hacer hincapié en la importancia de movernos todos los días, al menos 30 minutos de ejercicio diario son imprescindibles. Al igual que muchas campañas publicitarias sobre el colesterol en la televisión han ayudado a ponerlo en boca de todos, se debería invertir más en campañas de prevención primaria sobre hábitos saludables para la población. Los médicos también deberíamos tener tiempo en nuestra actividad semanal o mensual destinado a la promoción de la salud entre nuestra población.

“La OMS prevé un incremento del 27% en la incidencia de ictus entre los años 2000 y 2025. Esto unido a la disminución en la mortalidad por ictus, gracias a la mejora en la asistencia sanitaria, plantea un importante problema socio-económico en el futuro”

Neurólogos de la Unidad de Ictus y equipo multidisciplinar que colabora con la Unidad de Ictus (son endocrinos, logopedas, rehabilitadores, otorrinos, internista, nutricionistas) del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles (Madrid).

Más allá de la muerte, que es la consecuencia más extrema del ictus, ¿qué otro tipo de secuelas puede conllevar el sufrir un infarto cerebral?

Después de un ictus, sólo un tercio de los pacientes se recupera totalmente. Los supervivientes precisan un largo proceso de rehabilitación y terapia ocupacional, tras la cual la mitad continuarán presentando alguna secuela. La discapacidad a la que se enfrentan en muchos casos no les permite volver a trabajar, precisan cuidados para las actividades básicas. No solo hablamos de secuelas motoras y para comunicarse, si no también en sus capacidades cognitivas, y en muchos casos sufren depresión y otros trastornos anímicos.

En el caso del ictus saber detectarlo a tiempo es fundamental para evitar consecuencias mayores. ¿Qué síntomas nos pueden alertar de estar sufriendo un ictus?

Reconocer los síntomas de esta enfermedad y saber identificarla es el primer paso para poder pedir ayuda a los servicios de emergencias. Se trata de una urgencia médica y el tiempo es primordial, recibir tratamiento lo antes posible aumenta las probabilidades de recuperación y reduce la dependencia. Los principales seis signos/síntomas de rápida instauración que nos deben hacer sospechar que nuestro familiar está sufriendo un ictus son la pérdida de fuerza repentina en la cara, brazo o pierna, especialmente si es en un sólo lado del cuerpo; la alteración del habla brusca: no poder hablar o el uso de un lenguaje que no se entiende; la pérdida brusca de visión en uno o en ambos ojos; la dificultad repentina para caminar, la pérdida del equilibro o de la coordinación; el dolor de cabeza fuerte y de inicio repentino, sin causa conocida; y, por último, el trastorno de la sensibilidad de inicio brusco con sensación de “acorchamiento” en la cara/brazo/pierna de un lado del cuerpo.

“Después de un ictus, sólo un tercio de los pacientes se recupera totalmente. Los supervivientes precisan un largo proceso de rehabilitación y terapia ocupacional, tras la cual la mitad continuarán presentando alguna secuela”

¿Ha habido en los últimos años avances en el tratamiento y la rehabilitación del ictus?

En las últimas décadas los avances han sido exponenciales. Las Unidades de Ictus coordinadas por el neurólogo vascular, son las unidades específicas de cuidados agudos para el tratamiento del paciente con ictus dentro de los hospitales y han demostrado ser la herramienta más eficaz para el manejo de esta enfermedad. Los planes para la mejor organización de la asistencia sanitaria en cada provincia han ayudado a la coordinación entre los servicios de emergencias extrahospitalarios y los hospitalarios aumentando así el número de pacientes que reciben lo antes posible una atención especializada. Con la aparición y generalización de nuevos tratamientos recanalizadores para el ictus isquémico como la trombólisis intravenosa y el tratamiento endovascular, se ha conseguido no sólo reducir la mortalidad si no también la discapacidad. También se han desarrollado fármacos más seguros y eficaces para prevenir recurrencias en nuestros pacientes. Por último, cada vez son más los pacientes que tienen acceso a un programa de rehabilitación en los primeros meses tras un ictus.

Y, por último, ¿qué reivindicaciones harías como profesional que aborda a diario la patología a las administraciones de cara a este día mundial?

Como todo neurólogo siempre pedimos tiempo para la investigación y recursos para la prevención de la enfermedad cerebrovascular. Nuestras peticiones pasan por una buena comunicación con las autoridades sanitarias para que los recursos se empleen en los puntos realmente necesarios. Una mejor distribución de estos es importante para asegurar la equidad en el acceso al tratamiento del ictus y posteriormente a los centros de rehabilitación, ya que en esto existen claras desigualdades geográficas. Por último creo que también es necesario aumentar el número de centros que disponen del tratamiento reperfusor necesario y dotar a las Unidades de Ictus para que sean lo más eficientes posibles para cubrir esta necesidad.

 

Autor entrada: Mónica

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