La publicidad perjudica la salud infantil

 

 

Por Diana Oliver

Colores atractivos, mensajes divertidos, regalos que incentivan. Así es la publicidad de la industria alimentaria dirigida al público infantil en España, un sector que carece de un reglamento desarrollado por el Estado y que es autorregulado por los propios anunciantes a través del Código PAOS (Código de Autorregulación de la Publicidad de Alimentos). Sin embargo, y a tenor de los últimos datos del estudio Aladino de 2015, en el que encontramos que el 41,3% de los niños de entre 6 y 9 años padecen obesidad, no sólo ha demostrado ser ineficaz sino que ha permitido que productos de “peor perfil nutricional” pasen a ser considerados como productos saludables, deseables y atractivos. ¿Cómo se relacionan entonces publicidad, salud e infancia?

Salud, publicidad y niños, una triada peligrosa

Nos explica Félix Morales, periodista especializado en comunicación científica y divulgación y autor del blog Concisate.es, que según datos de 2015 del Ministerio de Sanidad, la industria alimentaria invierte sólo en publicidad de alimentos y bebidas en televisión e internet dirigida al público de 4 a 12 años, nada menos que 300.000 euros al día. “Esta cifra habla por sí sola de lo que aquí está en juego y así lo advierte la Organización Mundial de la Salud, entidad desde la que se insta a que se restringa a escala planetaria la publicidad de alimentos y bebidas de perfil insano dirigida a los niños, en tanto grupo vulnerable que hay que proteger. ¿Entiende un niño de 6 años la evidente capacidad persuasiva de los anuncios o la influencia de ciertos productos en su salud? Claro que no. Pues no les dejemos inermes”, argumenta.

El periodista ha dirigido recientemente un trabajo de investigación de la Universidad de Barcelona sobre la publicidad de alimentos en la televisión en España, aplicando en su evaluación el modelo de Semáforo Nutricional de Reino Unido. Tras analizar varios canales televisivos, observaron que los niños están expuestos a una publicidad alimentaria copada por anuncios de productos de peor perfil nutricional y a una presión comercial que duplicaba a la de los canales generalistas, con el añadido de que esos anuncios “hacían gala de técnicas de marketing nutricional alabando sus “beneficios”, ofrecían premios u obsequios o se ornamentaban con personajes animados”.

Sin embargo, aunque la mona se vista de seda, mona se queda. O lo que es lo mismo: pese a que a esos productos insanos se les quiera dar apariencia de lo contrario, no lo son. Y su normalización tiene repercusiones en la salud de manera irremediable. Para Francisco José Ojuelos, abogado especializado en derecho procesal, “parte de la industria está explotando la gallina de los huevos de oro de los alimentos insanos (muy apetecibles por sus altos contenidos en azúcar, sal y grasas de baja calidad, baratos y con muy buena logística por sus condiciones de envasado y larga caducidad) a costa de la salud; y lo hace con una falta de escrúpulos increíble”. Y cita como ejemplo el reciente anuncio del lazo rosa contra el cáncer de mama de una marca de bollería industrial en un producto con cobertura rosa.

El nutricionista Julio Basulto, recogía en un artículo titulado ¿Cómo nos engorda el marketing de alimentos insanos? qué relación existía entre una mayor presencia de anuncios publicitarios de alimentos desequilibrados y las actuales tasas de obesidad infantil. Concluía que había diversos agentes interrelacionados en el deterioro de la salud y que para poder combatirlo había que centrarse “de forma ineludible” en la puesta en marcha de campañas bien diseñadas de educación en las que no participe la industria alimentaria y, sobre todo, “en un mayor control político del marketing de alimentos”.

Sin leyes de obligado cumplimiento

No hay voluntad política de cambio en cuanto a la mejora de la salud infantil. Según Carlos Casabona, pediatra especializado en obesidad infantil, a nivel institucional el problema es que se habla de “autorregulación” y no de leyes de obligado cumplimiento, algo que comparte el abogado Francisco José Ojuelos: “La publicidad, en general, está regulada en un tándem de leyes: la Ley 34/1988, de 11 de noviembre, General de Publicidad y la Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal. La primera tiene un carácter más público, es decir, se establecen sobre todo competencias que atañen a las a Administraciones. La segunda, aunque otorga capacidad de acción pública (art. 33, apartados 3 y 4), tiene un enfoque más jurídico privado, es decir, se deja en mayor medida en manos de empresas exigir el cumplimiento de la ley. Ambas tienen alguna previsión específica en relación a los menores (arts. 3.b y 30, respectivamente), para limitar que pueda explotarse su credulidad”.

Respecto a los alimentos en sí mismos, Ojuelos nos remite al Reglamento 1924/2006, aplicable sólo a los casos de inclusión de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. Un reglamento que “a día de hoy es un coladero, puro papel mojado, porque la Comisión Europea tenía que haber establecido los perfiles de alimentos insanos por tener mucha sal, azúcar o grasas insanas y lleva años sin hacerlo”.

Y si nos centramos en una regulación específica para la publicidad de alimentos “para los niños”, el abogado cita el artículo 46 de la Ley 17/2011, de 5 de julio, de seguridad alimentaria y nutrición (LSAN), que establece que “o bien la industria se auto-regula, o el Gobierno debe hacerlo”. La solución, prevista en la propia LSAN, pasa por que el Gobierno regule directamente, dado que la autrregulación ha demostrado ser ineficaz: “¿Aceptaríamos que sólo un 12% de los ciudadanos pagáramos nuestros impuestos? Esta es la situación que se da en la protección de la infancia frente al marketing de alimentos insanos. Por lo tanto, como sugieren los expertos en Salud Pública de la propia Administración, lo existente no es suficiente para salvaguardar la salud de los menores, más bien no se está haciendo nada serio”.

Ni leyes ni soluciones, ya que pese a que contamos con la llamada Estrategia NAOS (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), creada en 2005 para poner fin a la epidemia de obesidad, de poco o nada ha servido a tenor de las cifras que se manejan desde entonces. “Podemos decir bien claro y alto que no se toma en serio el grave problema que supone el sobrepeso infantil, aunque lo maquillen con mil y un programas, observatorios, declaraciones y plataformas”, explica Carlos Casabona.

 

Autor entrada: Mónica

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