Vicente Prieto: “Negar la muerte, no hablar de ella, nos hace más difícil asumir que la vida y la muerte van de la mano”

“Si algo nos enseña la muerte es que seguimos vivos y tenemos que disfrutar por ello”, afirma Vicente Prieto. Entrevistamos al psicólogo y autor de ‘La pérdida de un ser querido’.

 

Vicente Prieto es licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y director técnico y director de Clínica del Centro de Psicología Álava Reyes. Especializado en acompañamiento y apoyo tanto en procesos de duelo como de cuidado de enfermos dependientes y terminales, ha publicado La pérdida de un ser querido (La esfera de los libros), un libro en el que aborda el tabú de la muerte y la necesidad de, una vez superado el periodo de duelo, seguir con la vida sin culpas ni remordimientos. “El fallecimiento de una persona querida nos deja un mensaje útil que se reduce a un “tú, que sigues viviendo, aprovecha para mejorar cosas, disfruta de lo que tienes, intenta no agobiarte tanto y sobre todo haz que las cosas que consideras importantes simplemente ocurran, porque no sabes el tiempo que te queda para hacerlo”, afirma. Tomemos nota.

Vivimos como si la muerte no existiera, puede leerse en el primer capítulo del libro. Siendo la única realidad irrefutable que tarde o temprano todos nos vamos a morir, ¿por qué cuesta tanto aceptar su existencia?

Se le atribuye a John Lennon la frase “la vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes”. En mi opinión engullimos el tiempo y no hemos aprendido a degustarlo. Nos dedicamos a consumir permanentemente, a discutir o luchar por cosas que a la postre reconocemos que no eran tan importantes. La muerte siempre nos sorprende y llega en el peor momento. El fallecimiento de una persona querida nos deja un mensaje útil que se reduce a un “tú, que sigues viviendo, aprovecha para mejorar cosas, disfruta de lo que tienes, intenta no agobiarte tanto y sobre todo haz que las cosas que consideras importantes simplemente ocurran, porque no sabes el tiempo que te queda para hacerlo”. De vez en cuando deberíamos parar y reflexionar que solamente tenemos una vida y tenemos que dedicarnos a vivirla de la mejor manera posible, aportando lo mejor de nosotros estemos donde estemos. No somos eternos.

¿Cree que el tabú social existente ante la muerte la hace más difícil de aceptar y de asimilar?

Negar la muerte, no hablar de ella, intentar evitarnos el dolor permanentemente, nos hace más difícil asumir que la vida y la muerte van de la mano, que las cosas malas no les pasan a los demás, puesto que nosotros somos los otros de los demás. Sabiendo que todo tiene un final deberíamos disfrutar más de las relaciones con las personas a las que queremos y asumir que lo importante no es la muerte sino que estas personas han vivido y hemos tenido la suerte de conocerlas.

En el libro dedica capítulos separados a las muertes esperadas y para las inesperadas. Siempre tendemos a pensar que las inesperadas son más difíciles de encajar. ¿Es así realmente?

El impacto emocional inicial que provoca el fallecimiento inesperado de un ser querido es muy importante y vamos a necesitar un periodo más largo de adaptación a la nueva situación vital sin esta persona. Además, en muchos casos se añade un sentimiento de culpa y rabia por no haber podido evitar su muerte en caso de suicidio, accidente, asesinato… que dificulta el inicio del duelo normalizado. El dolor durante el proceso de duelo es muy intenso pero poco a poco se irá normalizando la vida sin esta persona, como en el resto de las situaciones de duelo.

“De vez en cuando deberíamos parar y reflexionar que solamente tenemos una vida y tenemos que dedicarnos a vivirla de la mejor manera posible, aportando lo mejor de nosotros estemos donde estemos. No somos eternos”

Dedica un capítulo a los niños en el proceso de duelo. Tradicionalmente se ha tendido a ocultar la muerte a los pequeños. ¿Contribuye eso a la perpetuación del tabú, a ese vivir como si la muerte no existiera?

La mayor parte de las familias que han perdido a un familiar intentan por todos los medios que los niños-adolecentes no participen en los funerales. Lo hacen con la mejor intención de que no sufran pero les impiden que se enfrenten a su manera a esa pérdida. A los niños hay que decirles la verdad adaptada a su comprensión. Hay que preguntarles si quieren asistir a los funerales, si la respuesta es sí, tienen que estar acompañados permanentemente por un adulto de confianza que les vaya explicando lo que van a ver. Si la contestación es que no quieren asistir, hay que respetarles, no se les puede obligar. En ambos casos hay que explicarles que su familiar ha fallecido, que no volveremos a verle, que todos estamos tristes y le echaremos de menos. Tenemos que estar atentos a sus reacciones durante el proceso de duelo, porque la expresión de sus emociones nada tiene que ver con las del adulto.

Sentirse mejor no es olvidar

En el subtítulo del libro puede leerse: “estrategias para el duelo. Sentirte mejor no es olvidar”. Parece que la culpa está siempre acechando al que ha perdido a alguien querido, ¿verdad? Quiero decir, que si se permite sentirse bien, parece que está faltando al respeto al fallecido.

Durante el proceso de duelo, tenemos que ir retomando progresivamente las actividades y responsabilidades cotidianas, aprenderemos a convivir con la pena y la tristeza, con los recuerdos. Experimentar dolor es lo normal pero tenemos que autorizarnos a estar bien, a tener momentos alegres para que mejore y se estabilice nuestro estado de ánimo. Estar bien no es traicionar sino vivir. No tenemos nada pendiente con el fallecido, lo que hicimos en vida es lo que importa, le hemos llorado y seguimos recordándole, pero nos merecemos tener nuevas ilusiones y nuevos proyectos.

“Tenemos que estar atentos a las reacciones de los niños durante el proceso de duelo porque la expresión de sus emociones nada tiene que ver con las del adulto”

Usted deja claro precisamente que “seguir viviendo y recordar son dos procesos que se van a cruzar muchas veces a lo largo del camino”. Es decir, que una cosa no excluye a la otra, claro.

Recordar a nuestro ser querido podemos provocarlo voluntariamente ante los aniversarios, cumpleaños, navidades… pero también es normal y frecuente que vengan recuerdos espontáneamente en muchos momentos a lo largo de nuestra vida. Lo importante es elegir y fortalecer los recuerdos que nos han aportado cosas útiles durante la relación que hemos tenido con el fallecido y compartirlos con personas que le conocían.

“La gestión del cambio es el proceso estrella durante el duelo”, escribe. ¿Por dónde pasa esa gestión del cambio?

Cuando fallece un familiar o amigo directo no solamente se produce un impacto emocional, sino que todas nuestras áreas vitales se ven alteradas. Cambia la forma de organizarnos el día a día, posiblemente el tema económico familiar, el rendimiento académico o laboral, las actividades de ocio, la forma de relacionarnos con las amistades, entre otras muchas cosas. La mayor parte de las personas tenemos adquiridas todas las habilidades necesarias para abordar estas circunstancias durante el proceso de duelo. Lo que aconsejo es que seamos capaces de diseñar objetivos viables en cada una de las áreas que se ven afectadas y utilizar nuestras habilidades para conseguirlos. Poco a poco iremos adaptándonos a las nuevas situaciones creadas a raíz de la pérdida, hasta que normalicemos nuestra vida.

“Experimentar dolor es lo normal pero tenemos que autorizarnos a estar bien, a tener momentos alegres para que mejore y se estabilice nuestro estado de ánimo. Estar bien no es traicionar sino vivir”

Termina el libro con una declaración de intenciones: Homenaje a la vida. Aunque nos cueste asimilarlo, ¿puede ser el recuerdo de un ser querido fallecido un motor que nos impulse a mirar el presente y el futuro con optimismo?

¡Claro que sí! Si algo nos enseña la muerte es que seguimos vivos y tenemos que disfrutar por ello. Todos nos vamos a morir, esto no es lo importante, lo que verdaderamente importa es que la persona fallecida ha vivido y nos ha transmitido y aportado muchas cosas. Esto es lo que tenemos que recordar de ella y qué mejor que hacerle homenajes en los que las personas que le querían se reúnan y hablen de él/ella, que cuenten anécdotas, que brinden por él/ella y expresar públicamente la gratitud por todo aquello que ha merecido la pena cuando estábamos juntos.

Autor entrada: Mónica

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