#EducaEnLaPaz: El reto de educar para la paz y la no violencia

 

Nuestra agenda #LoQueNosMueve2018 marca como primera causa del año lo importante que es educar para la paz. ¿Estamos ofreciendo esa educación en la no violencia desde las escuelas y familias?

Por Diana Oliver

 

Decía Pablo Lipnisky, conferenciante experto en educación y fundador del colegio Montessori de Bogotá (Colombia), en el documental argentino La educación prohibida, que “Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la competencia, y la competencia es el principio de cualquier guerra”. Esto que Lipnisky resume en dos frases como si no le costara esfuerzo, provoca cierta incomodidad; o al menos un pequeño respingo de realidad. Empecemos por el principio: ¿sabemos en realidad qué significa la paz? ¿Podemos educar para la paz si no sabemos qué significa precisamente esa paz?

Como explica por teléfono a Madresfera Marina Caireta Sampere, formadora e investigadora en educación para la paz de la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona, creada en 1999 para llevar a cabo actividades enfocadas sobre todo a la investigación y a la docencia sobre la paz, que si vas por la calle y preguntas a la gente si quiere “la paz”, todo el mundo va a responder que la quiere. Sin embargo, admite que después, “cuando analizas qué entienden por la paz, la idea es muy abstracta, muy simbólica, y muy poco acertada”.

Según Caireta, y respondiendo a nuestra pregunta inicial, hay dos formas de entender la paz: lo que entendemos como la paz negativa, “que es la vinculada al concepto de no guerra y de violencia entre personas”; y la paz positiva, que va más allá y plantea una mirada mucho más amplia: “que la paz llegue a todo el mundo y está más enfocada a satisfacer las necesidades de las personas (más a nivel de necesidades sociales, autonomía, cooperación, educación, derecho a la vivienda, respeto a los alumnos, etc.)”. Destaca la investigadora que el problema es que la violencia está normalizada en muchos aspectos de la vida (“Encontramos que la violencia tiene tres dimensiones:  la violencia directa (la que la gente identifica con tiros, puñetazos, insultos), violencia estructural (en el mundo o en la propia familia) y violencia cultural”), lo que provoca “que se vaya normalizando de manera muy sutil que la forma de funcionar es una”.

La violencia está normalizada en muchos aspectos de la vida, lo que provoca que se vaya normalizando de manera muy sutil que la forma de funcionar es una.

Precisamente de esa “normalización” de la violencia, nos hablan desde la ONG Movimiento por la Paz, que lleva a cabo el proyecto socioeducativo Escuela de Paz en el barrio madrileño de El pozo del Tío Raimundo de Madrid. Para ellos se trata de un problema estructural: “Hemos creado, y por tanto heredado, una educación basada en estructuras rígidas, donde predomina la imposición de ideas, la competencia feroz, los conocimientos absolutos, la falta de experiencias vivenciales, el olvido emocional y la negación de los conflictos”. Es por ello que, para la ONG, no basta con limitarse a “criticar, culpar y condenar” dichas estructuras sino que se debe trabajar para la creación de nuevos sistemas que sean sostenibles y que nos conduzcan a esa no violencia necesaria.

 

 

En la escuela: más que una opción, una necesidad

Según explica Julio Vidanes Díez, profesor en la Facultad de Educación y en el Centro de Formación del Profesorado de la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo publicado en 2007 en la Revista Iberoaméricana de Educación, “La educación para la paz no es una opción más sino una necesidad que toda institución educativa debe asumir. Los principios para una convivencia pacífica entre pueblos y grupos sociales se han convertido en un imperativo legal. Ahora se trata de conseguir que el derecho formal de la paz se convierta en un derecho real”.

Un derecho que a la vista del panorama educativo, parece aún algo lejano. Para Juan Sánchez, presidente de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE), “la paz es que todos nos podamos entender”, y en ese eje han creado desde la asociación un programa enfocado a maestros de infantil y primaria para ayudarles a educar a los niños de entre 2 y 12 años en valores como la colaboración, el respeto a los demás, la justicia social o el amor a los padres y los abuelo. Opina Sánchez que el sistema educativo, tanto el español como el resto, están mucho más preocupados por el conocimiento que por los valores. “El sistema educativo español está enfocado a la comprensión lecto escritora, matemática, etc. porque nos marcan al final las notas PISA y eso nos condiciona. A la hora de la verdad los sistemas educativos no trabajan para que nos entendamos cuando debería ser una parte más de la educación en la escuela”, explica.

Los sistemas educativos no trabajan para que nos entendamos cuando debería ser una parte más de la educación en la escuela.

Comparten esa idea desde Movimiento por la Paz (“necesitamos un nuevo modelo educativo que no se base en estudiar sino en aprender”) y añaden que la educación no puede ser sólo una “ruta” que capacite para conseguir un trabajo sino una forma de “permitir a las personas cuidar de sí mismas, de sus comunidades y de su entorno”. En definitiva, ese fin último de “cuidar y ser cuidados” que siempre ha defendido el fallecido periodista y guionista Carles Capdevila, pese a que, como reconocía en esta entrevista, “el mundo no parezca demasiado organizado para ello”.

Volviendo a la premisa de Lipnisky de que “nadie educa para la paz sino para la competencia”, desde la ONG creen que si bien el sistema educativo actual no está preparado para educar para la paz y la no violencia desde un entorno no competitivo y más amable, tampoco lo estamos el resto de la sociedad.  “Los equipos de dirección, el profesorado, el alumnado, las familias… Nadie está preparado porque falta formación y capacitación en los centros de educación, pero también falta voluntad tanto a nivel político como social para poder transformar un sistema educativo que, al fin y al cabo, tiene los mismos fallos estructurales que nuestro sistema de convivencia”.

Teoría acompañada de práctica

Si entendemos que la paz trata de construir una sociedad desde unas prácticas que no admitan la violencia, de poco o nada va a servir un discurso potente sobre valores  si ese mensaje no va acompañado de una parte práctica. Del ejemplo. Según Caireta, cómo nos relacionamos entre nosotros y cómo abordamos los conflictos desde la manera constructiva son la base de la creación de la paz positiva. “Esto lo puedes poner en todos los niveles, desde la propia relación con el bebé, que ya va generando un tipo de cultura, al político de turno. Al final la opción que tú tienes de construir paz es lo que haces cada día; y teniendo en cuenta que no es sólo no usar la violencia cada día sino también luchar contra la violencia”.

Isabel Francisca Álvarez, licenciada en Pedagogía, maestra de Educación Infantil por la Universidad de Málaga y autora de diversos artículos e investigaciones, considera que el ejemplo de la familia en la infancia lo es todo. También en la transmisión de valores como la no violencia y la paz. “Si en la familia los miembros se tratan con respeto, se escuchan, se piden las cosas por favor y se dan las gracias, se guardan los turnos de palabra, se valoran las pequeñas virtudes de cada uno y se reconocen los aspectos a mejorar sin acritud y sin crítica, si se emplea el humor y no la ironía para los pequeños roces de cada día, ya, inconscientemente, como un currículum oculto, estaremos educando a nuestros hijos para la paz, porque van a tratar de reproducir el único modelo de convivencia que conocen bien, el de su familia”.

Los niños reproducen el único modelo de convivencia que conocen bien, el de su familia.

Hablan desde la ONG Movimiento por la Paz de la importancia también de una participación “justa, equitativa, individualizada”, como condición indispensable para articular un modelo de convivencia pacífica. Consideran que el ritmo de vida frenético en el que vivimos, en el que todo es “urgente”, es un obstáculo para que arraigue la cultura de la participación. “Participar requiere de tiempo para identificar las propias necesidades, para escuchar y comprender a los demás y para tomar decisiones compartidas orientadas a la satisfacción de esas necesidades. Delegamos constantemente en otras personas para que decidan por nosotros sobre temas tan diversos y complejos como la educación de nuestros hijos en las escuelas o la calidad de los alimentos que consumimos, entre otros. Y al final, todo se traduce en que nuestra capacidad de intervenir directamente en la toma de decisiones sobre lo que afecta a nuestras vidas en el ámbito económico, educativo y cultural es limitada”.

 

 

Un reto importante

Visto desde la perspectiva de lo cotidiano, reconoce Caireta que educar para la paz es un reto importante para los adultos. “Es muy fácil decir que queremos la paz en Siria, que obviamente es verdad, pero la realidad es que la paz implica mucho más. La paz es un concepto multidimendional, y para mí es importante trabajar en lo micro y lo macrosocial. Nuestra capacidad de influencia tiene más poder en lo microsocial; y si tu vas generando una cultura de la no violencia a nivel microsocial, al final eso llegará a lo macrosocial en la medida que somos muchos los que vamos sumando”, explica.

¿Hay esperanza para lograr esa paz y no violencia tan necesaria? “La percepción es que vamos mal porque avanzamos despacio, retrocedemos, avanzamos otro poquito, pero hay muchas imágenes de paz más allá de la paloma de la paz: una imagen de una madre con su hijo puede ser una imagen de paz o un grupo de alumnos trabajando tranquilios también puede serlo. Quiero pensar que la humanidad quiere evolucionar en positivo, pero está claro que aún nos queda mucho camino por recorrer. Si mi abuelo viera el mundo hoy, diría que por supuesto que se ha avanzado mucho en ese sentido. Mi utopía de paz es la que mi nieto va a vivir, pero si no lo trabajo ahora eso no va a llegar”, concluye Marina Caireta.

 

 

Autor entrada: Diana Oliver

1 thoughts on “#EducaEnLaPaz: El reto de educar para la paz y la no violencia

    Joaquim Montaner

    (30 enero, 2018 -5:00 pm)

    Me parece fabulosa la entrada; los recursos que traes, los enfoques de acción, todo. Este trabajo es fundamental. Trabajar la NO VIOLENCIA desde todos los ámbitos de acción que tenemos a nuestro alcance, público o privado.

    Yo soy un optimista convencido de que una de las vías más rápidas y más efectivas con las que contamos es hacerlo desde el mundo de los CUIDADOS (también en todos los ámbitos) Acabar con la violencia es una de las revoluciones pendientes. Muchas personas llevan apostando por el trabajo en la línea de la cuidadanía para formar mejor ciudadanía que no dude en que la paz y el diálogo son claves para hacer sociedades mejores en todos los aspectos. la economía de los cuidados

    Es genial que el #temadelmes de la agenda sea este. Nosotros desde @papasblogueros de otra manera, hemos llegado a la misma conclusión y esta efemérides ha sido el primer tema que proponemos para conversar dentro de #DéjameQueTeCuente

    Si os apetece participar y echar un vistazo a las aportaciones genial!!

    Está disponible en https://papasblogueros.com/2018/01/29/dejamequetecuente-el-dia-escolar-de-la-no-violencia-y-la-paz/

    Un abrazo y enhorabuena por el artículo Diana!

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