Nunca quise tener peques. Me encantaba mi sobrina (sólo tenía una por aquella época), pero miraba a mis amigos papás y me reafirmaba… “si yo vivo como dios… :-)” Hace diez años de esto.
Pero entonces llegó Ella, llegó a mi vida en 2005 y con Ella empezó la historia más bonita de amor que he vivido jamás y que, hoy por hoy, sigue, sigue viva con muchos cuidados, con mucha ilusión y con muchísima fuerza.
Llegó el momento de dar una vuelta de tuerca más a nuestra relación y los dos volvimos a ser valientes. Nos fuimos juntos, Ella y yo, a una casa bonita… con algunos colchones y poco más… pero no estábamos solos… no: con Ella venían cuatro peques (#niña1: 5, #niño2: 4, #niña3: 2 y #niño4: 1 añito)
Yo estuve conociéndoles durante un tiempo largo antes de irnos a vivir juntos, poco a poco… sin querer forzarles a nada y sin querer el lugar de nadie y, sin darme cuenta, de la misma manera empecé a quererles poquito a poquito… sin saber que esas dos niñas y esos dos niños se convertirían en lo que son hoy en día: mis hijas y mis hijos y que me llamarían papá con el paso del tiempo.
Ir a vivir, los seis, a aquel piso bonito “La Casa Blanca” fue la mejor decisión que he tomado nunca. Aún recuerdo, como si fuese ayer, que estaba muerto de miedo, sin saber hacer nada, sin saber cómo afrontar mi nueva realidad y, casi casi, sin saber cómo relacionarme con los peques.
Y los seis conseguimos algo fantástico: formar una familia, cuidándonos unos a otros, todos, limando aspectos, encajando piezas, entregando o cediendo espacios, conquistando libertades,… cuidándonos conseguimos parecernos a la maquinaria de un reloj y haciendo funcionar los distintos mecanismos y engranajes para lograr formar una Familia Bonita.
Si en una familia suceden muchas cosas imagina la cantidad de cosas que han sucedido por el camino de esta familia larga: Hemos tenido tantas buenas vibraciones y tantas alegrías y también han pasado cosas muy dolorosas.
Y vinieron, nacieron, dos peques más, la #niña5 en 2007 y el #niño6 en 2009; realmente han sido las sensaciones más indescriptibles que he podido vivir.
Cuando miro atrás (y lo hago a menudo… ) me doy cuenta de lo vacía que estaba mi vida antes de ser papá; siempre he sido un fan absoluto del aprendizaje (pienso que las personas no debemos parar de aprender cosas mientras vivimos para no quedarnos estancadas y, de esta manera, seguir construyendo nuestros pensamientos, nuestros esquemas mentales (evolucionando en definitiva). He aprendido tanto desde que convivo con Ella y con mis peques; me he deconstruido cientos de veces para volver a construirme dejando atrás asuntos secundarios, terciarios, sin importancia realmente. Desde que soy papá dejé de ser un niñato para convertirme en un adulto. Y he aprendido a priorizar.
He aprendido miles, cientos de miles de cosas… quizás no sea el lugar de hacer un listado y concretarlas. Pero si es un buen sitio para agruparlas en algunas áreas, todas están vinculadas al AMOR y al CUIDADO: aprendí a QUERER en mayúsculas, aprendí a LIMPIAR y a COCINAR, aprendí a LAVAR, también a CURAR heridas, a ORGANIZAR espacios, a conducir con remolques y con caravanas enganchadas en la furgoneta, aprendí a ESCUCHAR MÁS y HABLAR MENOS, soy capaz de atender a seis o siete conversaciones al mismo tiempo, aprendí como MANTERNER UN HOGAR, aprendí que los ABRAZOS SON FUNDAMENTALES para calmar a los peques, y sigo aprendiendo cada día de ellos y con ellos.
Ahora, el reloj no para, y se abren nuevos caminos: #niña1 y #niño2 son ya son mayores (13 y 12 años) y sus necesidades han cambiado y ya son pequeños adultos, son adolescentes. #niña5 y #niño6, los chicos, dejaron de ser bebés. Mientras tanto #niña3 y #niño4 saben más que yo de aquí a Lima.
Verlos crecer es fabuloso pero también me entristece; supongo que por el deseo infantil de detener el tiempo y disfrutar para siempre de ellos, de sus miradas, de sus sonrisas, de sus enfados, de sus rabietas, de sus juegos y de sus respuestas y observaciones desde la lógica infantil… de su pureza.
8 personas, dos perros, unos cuantos peces, un trabajo fuera, otro trabajo al llegar,… en mi vida diaria, en mi día a día, existen tantos inputs, suceden tantas cosas hay tantas emociones a flor de piel… que hacen que sea agotador; esto, por cierto, es algo que me llama la atención de las personas que escriben sobre niños y niñas: creo que hay muchísimo de lo que hablar sobre la dureza de las tareas de cuidados de las personas dependientes, hay tanto cansancio y hay, a la vez, mucha tensión. No todo es bonito o bello.
En mi día a día, suceden tantas cosas que, prácticamente, no tengo tiempo a recordarlas, no me (nos) da tiempo casi a disfrutar de lo bueno ¡hay que ir tirando del carro! (ojo… la mamá¡ me tiene que despertar a mí la mayoría de los días <— este es uno de mis handicaps)… despertando a seis, seis que remolonean porque en la cama se está muy bien, pero hay que llegar a tiempo a la aula matinal y luego al puesto de empleo.
Por suerte van funcionando solos en algunos aspectos e incluso los más mayores se animan y nos echan una mano con los más chiquitos! Al recoger a la tribu del cole y escuchar como les ha ido el día hay que seguir tirando del carro. No hay que preparar una merienda, hay que preparar seis y hay que hacer deberes ¡imagínense lo que estamos aprendiendo recordando y volviendo a estudiar contenidos que van desde segundo de ESO hasta P4!
Hay que lavarse, hay que ducharse: no hablamos de una ducha o de bañr a un bebé: ¡seis! y así sucede con todo lo de nuestra casa. Compras, ropa, zapatos, lavadoras, material escolar, por seis (más dos adultos y unos cuantos animales y muchas muchas plantas…)
Y, a la vez, hay que sacar energía de donde no la hay para cuidar tu relación de pareja. El amor, decían, tiene mucho que ver con los jardines, y hay que cuidarlo, hay que estar encima para que no se estropee, para crezca fuerte y bello sin que se marchite.
Jamás pensé que pudiese tener la fuerza y la energía que tengo o mejor dicho… que he aprendido a tener desde que vivo con mis hijos y con mis hijas y se la debo a ellos, a cada uno de ellos (Soco, Rodrigo, Carmen, Antonio, Candela y Joaquín) y, sobre todo, a Ella.
Tenía 31 años y de pensar que no tendría hijos… a tener seis 🙂 Han pasado los días y ya tengo casi 40 y estoy realmente contento de haber errado en esto. Esa Mujer y esos peques han colmado de felicidad mi vida.
¡Gracias!
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...