Historias de crianza: Dos latidos de Amor Desmadre

Sentir dos latidos en tu cuerpo sonando al compás y descubrir que no solo existes por y para ti, que a partir de entonces ese latido que no es tuyo y sin embargo sientes más tuyo que nada se convierte en tu prioridad.

Sin duda el cambio más drástico que sufrimos las mujeres a lo largo de nuestra vida es ser mamá, la maternidad cambia, sí, y mucho. A mí me ha cambiado en todo, sigo siendo yo pero de otra manera, de una manera que me gusta más, soy mucho más todo.

Tu cuerpo se cubre de imperfecciones perfectas, tu mente se transforma y adopta sensaciones que estaban ahí, escondidas esperando su momento.

Nuestro cuerpo se transforma antes, durante y después de ser madres, nuestra manera de pensar acompaña a esa transformación y se convierten en verdaderos compañeros en este mágico viaje de miedos y felicidad.

Nuestro enemigo ya de por vida aparece, el miedo. Miedo a equivocarte, a actuar erróneamente, al descontrol, a lo desconocido, a la maternidad. Y ese miedo que crecerá contigo mientras tú creces en experiencia ya nunca se irá.

Todo es extraño, desconcertante, difícil y a la vez reconfortante y tan apasionante que destapa una felicidad desconocida.

Sentimientos encontrados que aprenderás a encajar pieza con pieza, como un puzzle, con el tiempo y sobre todo, con tu instinto e intuición.

Un aprendizaje continuo que te hará crecer como persona, que te hará cambiar en tu forma de actuar para contigo misma y para con los demás, en el que descubrirás que mientras educas a tus hijos te reeducas a ti misma mientras todo cambia de perspectiva.

Surgirán infinidad de dudas, problemas o situaciones nuevas que acabarás resolviendo sola o con ayuda, épocas de angustia, épocas dulces y épocas fugaces.

Y es que el tiempo vuela, y cuando quieras darte cuenta de que necesitas disfrutar más de cada instante ya habrá pasado.

Ahora aprovecho cada momento,  cada aprendizaje, cada estado, cada etapa porque al contrario que el miedo, el tiempo si pasa y cuando eres madre, es fugaz.

Hace unos días me sorprendieron con esta pregunta ¿Qué le dirías a la Paula no madre? ¿O qué cambiarías con todo lo aprendido tras la maternidad?

De una Paula madre a la Paula primeriza.

Nada, pensaba yo para mis adentros, simplemente le diría que se dejase llevar, que este mundo es tan bonito porque por mucho que te cuenten, te aconsejen o te expliquen nada es previsible.

Es tan emocionante porque solo tu descubrirás el sentimiento que ello te produce, a veces más o menos intenso, de maneras infinitas.

Ese nada se transformaba en algún que otro consejo que iban llegando a mi cabeza.

Le diría que fuese más libre, libre para decidir, que perdiese ese miedo de primeriza a expresar lo que quieres, a tener una maternidad tuya sin depender de opiniones de los demás o consejos “antiguos”.

Le aconsejaría que agradeciese los consejos pero que aplicase su intuición desde el principio, que una madre tiene un sexto sentido y cuando algo no va bien lo sabemos.

Le advertiría que cambiará, cambiará su cuerpo más de lo que imagina, es ley de vida, pero que también cambiará ella, en su interior, cambiarán sus prioridades y lo más importante, cambiará su manera de ver la vida.

Le recordaría mimarse más, cuidar su piel, su pelo, que no perdiese la rutina de arreglarse y ponerse guapa, que una mujer es guapa en todas sus etapas y no puede perder ese “tiempo para ella” tan necesario.

Y por último le contaría que formará su propia familia, que los lazos entre todos sus miembros se hará más fuerte y el amor se multiplicará.

Lo curioso es que ese nada se convierte en todo y ese todo en nada, porque realmente he vivido una maternidad como yo he querido“.

Firmado: Paula de Amor Desmadre

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Lee las  historias de crianza anteriores.

Autor entrada: Mónica

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