#Acontramarcha: Gabriel el Vikingo y su sonrisa como banderas de la lucha por la seguridad infantil

 

Por Adrián Cordellat

Un lunes de noviembre de hace casi ya tres años, Fernando López conducía por la carretera M-618 a la altura del Palacio de Canto del Pico, en Torrelodones (Madrid). Detrás de él, sentado en su sillita, iba su hijo Gabriel, de dos años y medio. En la radio sonaba ‘Somewhere over the rainbow’. Entonces, como aparecido de la nada, en mitad de una curva, rompiendo una estampa rutinaria en mil pedazos, un coche los embistió. Esa imagen del golpe, del coche siendo zarandeado y de su hijo moviéndose inerte, le ha vuelto una y mil veces a la cabeza a Fernando. Como en una repetición inacabable.

“Al principio ocuparon mi mente durante horas y horas en las que a veces perdía la noción del tiempo inmerso en ellas, reviviendo una y otra vez aquel momento. Me sentaba en el porche de casa y mientras miraba al cielo desaparecía de este mundo sumergiéndome en esa pesadilla, sin poder evitarlo durante horas”, afirma. Con el tiempo, a base de expresar, verbalizar y compartir esos momentos, se fueron disipando. También a base de atención profesional, porque como explica este técnico en emergencias sanitarias, “nadie está preparado para pasar por algo así y sin ayuda estás condenado a revivirlo una y otra vez, convirtiendo tu vida en un infierno”.

En aquel accidente Gabriel, fruto de los golpes, sufrió una decapitación interna, pero atado a su eterna sonrisa se agarró a la vida. Fueron siete meses de lucha y de dignidad. Siete meses extra para unos padres que pensaban que lo habían perdido en la carretera. Durante ese tiempo surgió el movimiento “La leyenda de la ola verde”, una ola de solidaridad que arropó a Fernando, a Elena, la mamá de Gabriel, y a su hija pequeña Lara.

“Nadie está preparado para pasar por algo así y sin ayuda estás condenado a revivirlo una y otra vez, convirtiendo tu vida en un infierno”

“La ayuda y el apoyo fueron fundamentales; no solo en el aspecto emocional que fue muy importante para nosotros, sino en todos los aspectos. Gracias a las personas que conocimos a través de la Ola Verde y que se pusieron en contacto con nosotros pudimos conseguir material y mobiliario sanitario que de otra forma no hubiese sido posible o muy costoso, nos facilitaron una residencia en Barcelona, nos ayudaron a mudarnos de un hospital a otro… Creo que fueron incontables los momentos y detalles tan valiosos para nosotros y muchas veces pienso que no hemos sabido transmitir nuestro agradecimiento, que no hemos mantenido el contacto con esas personas que fueron fundamentales para poder seguir fuertes y no hundirnos, para conseguir que Gabriel pasara sus últimos siete meses de vida con una sonrisa en los labios”, reflexionan.

Una vida que podría haberse salvado viajando a contramarcha

Gabriel, como muchos niños hoy en día, viajaba en un sistema de retención infantil a favor de la marcha. No uno cualquiera comprado al azar, porque como antiguos miembros de Protección Civil, sus padres tenían una cultura de prevención y de seguridad. La suya, una silla de escudo, era según muchos rankings de reputadas organizaciones, la mejor del mercado. La más segura. “Miramos y comparamos opiniones de muchos “expertos”. Siempre creímos estar poniendo a nuestros hijos en las mejores y más seguras sillas que se podían adquirir, pues así lo decían y replicaban en los test que cada año se publican por todas partes”, afirman. En esa búsqueda, para su desgracia, no se coló el término a contramarcha, que en 2014 apenas empezaba a hacer ruido en España.

La silla en que viajaba Gabriel, concretamente, fue señalada aquel año por el club automovilístico RACE como la más segura del mercado. Hoy, sillas similares, siguen copando los primeros puestos en estas clasificaciones. ¿Cómo explicar esto, con la evidencia que existe, con el poder presciptor que tienen clubs como RACE? “Es algo que no cabe en la cabeza de ninguna persona con un mínimo de integridad, principios y conocimiento. Y menos aún que, a día de hoy y con toda la información que ahora poseemos y poseen, sigan con el mismo mensaje y no admitan que están equivocados. Pese a recomendar con la boca pequeña que se lleve a los niños a contramarcha hasta los cuatro años, siguen incitando con sus publicidades y comunicados a poner a nuestros hijos en sillas a favor de la marcha y, además, en ocasiones con escudo, poniendo en riesgo la integridad de todos los niños de quienes siguen confiando en lo que recomiendan”, reflexionan.

“No cabe en la cabeza de ninguna persona con un mínimo de integridad, principios y conocimiento que se sigan recomendando sillas que no son seguras”

Conocer posteriormente de la existencia de las sillas a contramarcha y saber que una de ellas podría haber salvado la vida de su hijo, que las consecuencias del accidente podrían haber sido muy distintas, “fue devastador”, como ellos mismos reconocen: “Pensar que podríamos haber seguido siendo una feliz familia, que hubiésemos seguido haciendo nuestros abrazos a cuatro, que Lara no pasaría a ser hija única de padres separados… pero, por otro lado, intentas no pensarlo demasiado, no culpabilizarnos, las cosas son como son y ya no tienen marcha atrás, vivir en el pasado es dejar de vivir y Lara se merece la mejor versión posible de sus padres”.

Una lucha por difundir las sillas a contramarcha

Conocer de primera mano la importancia vital que puede suponer la diferencia entre viajar a favor o en contra de la marcha, provocó que Fernando y Elena se quisiesen dedicar con todas sus fuerzas a transmitir y difundir la nueva información con la que contaban. Una especie de homenaje a su hijo Gabriel el Vikingo para que no hubiese mas Gabrieles. “Para nosotros es una obligación, que en ocasiones se torna muy dolorosa, pero que debemos asumir, pues no hay nada más valioso que la vida y más aún si es la de un niño. Personalmente no nos podríamos mirar en el espejo, ni mirar a nuestra hija Lara, si sabiendo lo que sabemos y pudiendo hacer algo por cambiarlo, no hiciésemos todo lo que esté en nuestras manos”.

De esta lucha surgió una iniciativa en change.org que va camino de las 300.000 firmas en la que solicitan a la DGT y al Ministerio de Interior que se comprometan a hacer obligatorias las sillas a contramarcha hasta los cuatro años de edad. Una nueva iniciativa ciudadana ante la “incomprensible y vergonzosa” pasividad de quienes deberían tomar estas decisiones, algo que a los padres de Gabriel les hace pensar que tras esa inacción y falta de publicidad en favor de las sillas a contramarcha “hay alguna razón, algún motivo, algo más oscuro que la preocupación por la seguridad de nuestros hijos”.

“No nos podríamos mirar en el espejo, ni mirar a nuestra hija Lara, si sabiendo lo que sabemos y pudiendo hacer algo por cambiarlo, no hiciésemos todo lo que esté en nuestras manos”

Y como afirman, su iniciativa se basa en la “física, no en una moda o un capricho”, como tienen que escuchar en numerosas ocasiones. No es el encabezonamiento de unos padres que han perdido a su hijo, “son principios físicos de aceleración y desaceleración, biomecánica. Los mismos principios por los que nos protegemos con los airbags de lesiones medulares y a los que dejamos vendidos a los seres mas susceptibles de ser lesionados por estos mecanismos”. Y sobre eso, para Fernando y Elena, no hay discusión ni opinión que rebata su posición con argumentos: “Desde que empezamos esta lucha hemos escuchado y leído de todo, pero nada basado en algún criterio médico, lo cual debería alarmarnos sobremanera, como padres y como ciudadanos”.

A los padres que se resisten al cambio por el precio de las sillas a contramarcha les recuerdan “que la vida, la salud de un hijo, y por lo tanto la de ellos y su familia, no tienen precio”. Al final, como afirman respecto a este y otros mitos que suelen acompañar a las sillas a contramarcha, “salvando las distancias, por mucho que se negara que la Tierra giraba alrededor del Sol, lo que es, es y al final la razón y el sentido común siempre se imponen”.

Lo que desean es que eso ocurra lo antes posible, que no tenga que haber más Gabrieles, más vidas marcadas por tragedias evitables. Para ello, y mientras esperan un altavoz más grande, el apoyo de medios e instituciones, siguen luchando junto a todo aquel que persiga el mismo fin, la lesión cero. Fruto de ello ha sido la creación una asociación de consumidores cuyo nombre es ese, Lesión Zero, “que perseguirá ese objetivo por encima de cualquier otro interés”. Como ellos mismos dicen, “alguien tiene que reaccionar de una vez por todas para que no se queden más niños por el camino”. Ellos, empujados por la fuerza y la sonrisa de Gabriel, ya lo han hecho.

Autor entrada: Adrián Cordellat

3 thoughts on “#Acontramarcha: Gabriel el Vikingo y su sonrisa como banderas de la lucha por la seguridad infantil

    Paseandoconeloy

    (27 septiembre, 2017 -1:28 pm)

    Al saber de este caso fue cuando decidí llevar a mi hijo a contramarcha hasta cuando pueda. Si seguridad es lo más importante.

    Mónica

    (28 septiembre, 2017 -12:13 am)

    Gracias a este pequeño mi hija viaja de la forma más segura, a contramarcha. Ojalá la Ola siga extendiéndose y el mensaje y la información llegue a muchos más padres. Gracias por poner vuestro granito de arena

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